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Ficha de personaje (2ª parte) · Adictos a la escritura · Proyecto 3b

No sé si recordaréis, que en septiembre creé y subí al blog la ficha de un personaje para un proyecto de Adictos a la escritura, ficha que podéis encontrar aquí. Ahora toca desarrollar ese personaje creando para él un relato corto. Este es mi relato. Espero que os guste, a mí me pone un poco los pelos de punta.

Secretos

Pedro J. Castro tiene un secreto.
«Tener un secreto es bueno», piensa mientras observa los dos dedos de cerveza que quedan en su jarra.
Pedro J. Castro trabaja desde los veinticinco años como vigilante de seguridad. Es uno de esos que luce uniforme gris dos tallas más pequeño y cubre turnos de doce horas; a sus cincuenta y seis años, cree que más que poseer un trabajo el trabajo le posee a él.
Está casado y tiene tres hijos que, en ocasiones, le hubiera gustado ver crecer. Su mujer le plancha el uniforme, le prepara todos los días una fiambrera con tortilla de patatas para que se la coma en el trabajo, se despide de él cada tarde con un monosilábico «cuídate», sin levantar la cabeza de su interminable labor de crochet. Es padre de dos hijas que han sobrepasado la veintena, que arrastran su vacua existencia por discotecas y bares improvisados en el aparcamiento de algún centro comercial y sólo le dirigen la palabra cuando sus monederos suenan a hueco. El tercero es un chico de dieciséis años, que escucha música con unos grandes auriculares mientras aniquila policías en la pantalla de su ordenador. A veces, cuando su padre pasa ante la puerta entreabierta del micromundo en el que ha convertido su habitación de adolescente, el chico vuelve la cabeza y le contempla con unos ojos velados que no le ven.
Pedro J. Castro se casó y tuvo hijos porque alguna vez creyó que crear un hogar es parte fundamental del plan maestro que la sociedad reserva para todo hombre de bien, pero hace mucho que siente que su familia es como una fotografía olvidada en un cajón, que los años, la apatía y la falta de entendimiento, han ido decolorando y carcomiendo sus márgenes.
Vive en la tercera planta de un bloque de pisos del extrarradio de la ciudad; cincuenta metros cuadrados de salón-comedor, cocina, baño y dos dormitorios, y un pequeño lavadero de cuya pared de azulejos grasientos cuelga una jaulita, con un único inquilino alado y amarillo, que limpia y abastece de comida cuando, despuntando el día, vuelve del turno de noche en el parque de atracciones. Los días cinco de cada mes las mensualidades de la letra del piso le recuerdan que el inmueble aún pertenece al banco, y el trino escandaloso del pájaro confinado en su jaula, que sin remordimientos irrumpe en su sueño mañanero una y otra vez, que él no quiso nunca animales en la casa.
«Tener un secreto es bueno, si no posees otra cosa en la vida», se repite al tiempo que peina los canosos y quebradizos cabellos que pueblan su pequeña cabeza.
Pedro J. Castro se ve cómo un caparazón vacío, una envoltura fondona de apenas un metro sesenta, con ojos vacunos y miopes en mitad de un rostro de mejillas fláccidas y frente hendida por una interminable sucesión de arrugas. Se cree la crisálida abandonada e inútil de una oruga que a diferencia de él, sí ha sabido escapar de sí misma.
Pero ahora tiene un secreto, un secreto que siente llena los rincones de su existencia.
«Los secretos son buenos».
Mira de soslayo a su compañero, un eco de él mismo, aunque esquelético y calvo, sentado en un desvencijado taburete del bar de carreteras dónde, cada día, antes de iniciar su turno de ocho de la tarde a ocho de la mañana, ambos se detienen para emborronar un poco la realidad con un par de jarras de cerveza. Desde hace varias semanas siente, de cuando en cuando, la tentación de contarle su secreto mas, la idea de escuchar el cacareo de su risa, condimentada con un puñado de burlas insidiosas y una retahíla de previsibles argumentos sobre una precoz senectud, le adormece las ganas.
«Los secretos son buenos, te hacen especial», se dice apurando la cerveza con un par de tragos y limpiándose los gruesos labios con la manga del uniforme, «Siempre que no se compartan».
Lo decide, no le revelará nada. Al fin y al cabo su compañero no es más que un tipo que conoció hace cuatro años, cuando la empresa de seguridad lo envió para sustituir al vigilante jubilado que se ocupaba del sector doce del parque de atracciones. Alguien de quién sólo sabe su nombre, que su vicio es el tabaco negro, que únicamente lee la sección de deportes del periódico y que opina que todas las mujeres son unas rameras, incluidas su madre y su hermana.
No le contará, ni a él ni a nadie, que hace tres semanas, una vez que el parque hubo cerrado sus puerta, mientras hacía la ronda por el sector once vio, a pocos metros de él, sentada en un banco de madera con sus desnudos pies balanceándose en el aire, a una niña que apenas debía de haber cumplidos los tres años. A la difusa luz amarilla de una farola, pudo apreciar su ovalado rostro enmarcado por una melena azabache que se derramaba por su espalda, los almendrados ojos azules como zafiros, de tupidas pestañas negras, la nariz pequeña, las mejillas delgadas y pálidas, la boca igual que un diminuto botón forrado de terciopelo rojo. Lucía un vestidito de tirantes, de un blanco impoluto que dejaba a la vista sus redondeados hombros nacarados, ceñido a la cintura por un estrecho fajín negro.
—¿Quién eres, niña? —le había preguntado casi en un susurro, sobrecogido por su aspecto frágil e irreal.
La chiquilla, en vez de contestarle, se apoyó en los labios el dedo índice de su mano derecha y entornando los parpados, sonrió mostrándole una doble fila de dientecitos pequeños y afilados tras sus entreabiertos y oscuros labios carmesí.
Pedro J. Castro no recuerda por qué no la siguió cuando, sin que sus pies desnudos hicieran ruido sobre las frías losetas del suelo, se marchó para perderse entre el entresijo de atracciones del sector once. Pero no es algo que le preocupe, como tampoco el no saber quién o qué era, los mejores secretos son los que poseen una buena dosis de misterio, le basta con haber visto lo que cree que nadie más ha podido ver.
—Oye, Pedro —la voz de su compañero le hace salir bruscamente de su ensoñación—. Si te cuento una cosa, ¿mantendrás la boca cerrada?
Pedro J. Castro le mira de reojo y se encoge de hombros sin ganas.
—Si es lo que quieres…
Su compañero se anima a hablar dando un par de sorbos largos a la cerveza.
—El otro día, cuando hacía la ronda por el lado sur de mi zona, cerca de la noria, vi algo raro en tu sector.
—¿Raro? —repite. Fija la vista al otro lado de la barra, donde se alinean, como soldados apunto de desfilar, las botellas de alcohol—. ¿Qué es para ti raro?
—¡Joder! —resopla de mal humor—. ¿Una cría de un par de años que parece salida de una cripta te parece algo suficientemente raro?
Pedro J. Castro no responde. Su compañero se frota inquieto la nuca.
—Y si la hubiera visto sólo una vez… Pero rara es la noche que no me la encuentro deambulando por ahí como una aparición.
—¿La has visto más veces? —pregunta con un ronco murmullo.
—Demasiadas. Ya empieza a darme mal rollo. Bueno, tú me entiendes, no soy ningún "cagao", pero el temita es para acojonar, ¿no? Y sé que suena a locura, pero, tú me crees, ¿verdad? —Ante su mutismo, le propone—: Si quieres, puedo llevarte a verla.
«Los secretos son buenos», piensa Pedro J. Castro mientras el ejercito de coloridas botellas se va difuminando ante sus ojos, perdiendo definición, emborronándose hasta casi desaparecer en una blanda oscuridad, «Eres especial si tienes un secreto».
Su compañero se inclina hacia él.
—¿Quieres? —insiste, con un leve tinte de esperanza en su impaciencia.
«Eres especial si nadie más conoce tu secreto», cavila Pedro J. Castro mientras su mano derecha acaricia con cierta avaricia la áspera porra que pende de su cinturón.
—Sí, claro —responde, con una sonrisa vacía en su inexpresivo rostro, al tiempo que cae en la cuenta de que es la primera vez, desde que se conocieron, que le sonríe—. Iremos juntos a verla. Será nuestro secreto.

14 comentarios:

Brokenwings dijo...

jooo cómo me ha gustado!!! Pedro es especial, de una forma no usual por lo que es especial doblemente.... Muy bien redactado!

Susana dijo...

Querida ¡como me ha gustado tu historia! Me encantó como la has narrado, como la has expresado y como la he recibido. Pero también me gusto esta trama tan misteriosa que me hace pedirte un poquito mas de ella.
Pero ¿sabes cual es el secreto......?xD. Besos.

Ediciones Babylon dijo...

ja, ja... me has tenido en vilo todo el relato.

KaRoL ScAnDiu dijo...

Me ha encantado:D

Como lo describes, como el pobre Pedro J. Castro se intenta convencer una y otra vez que el tener un secreto, cuando ya no se tiene nada en esta vida, es lo mejor que puede haber.

La descripción de sus hijos ha sido genial, el como su vida pende de la hipoteca;D

La niña... que yuyu me dá la niña, jajaj;D

Me gustaría saber que pasará cuando los dos, él y su compañero la vean, y entonces si, tengan un secreto;D

kisses;D

Maga DeLin dijo...

Me encantó, Nut!

Es un relato muy bien escrito y que deja un final muy cerrado. Excelente!
Ahora ya sabemos lo que es capaz de hacer Pedro por sentirse un poco especial por primera vez ;-)

Beso!

Laura S.B. dijo...

Sobredosis de realismo aderezado con una tremenda intriga. Me ha ENCANTADO. Me dejaste con más ganas, yo quiero saber qué pasa luego con la niña y qué piensa hacer el señor Pedro J. Castro, que me da incluso más yuyu que la niña.

Kyra Dark dijo...

Sabía que me iba a encantar!!! Adoro como escribes, Nut!! Y sí, da un poquito de mal rollo. La niña el Pedro Castro, y todo su mundo vacío.
FENOMENAL!!!
Ya estoy deseando leerte de nuevo!!
Besotes

Déborah F. Muñoz dijo...

Ha sido genial! pobre hombre, lo que tiene que hacer para llenar un poco el vacío de su existencia...

Riwanon dijo...

Me ha encantado, no me esperaba para nada una historia así cuando leí la ficha de personaje. La verdad es que da hasta un poquito de mal rollo, has conseguido muy bien una atmósfera inquietante.

Lana Drown dijo...

¡Genial! Simplemente, me ha encantado ;)

αṉģÿÿ dijo...

Tienes regalos en mi blog,hojala te gusta-besos y feliz finde......

Angy((Out of the Blue))

http://checktheseblueskiesout.blogspot.com/2010/10/regalos-for-weekend.html

Nut dijo...

Muchas gracias por pasar por aquí y leer mi relato. Me hace muy feliz. Me alegra que os haya gustado. Tenía dudas sobre si al final había sido muy sutil sobre las intencione del protagonista o si las había dejado completamente claras. Bueno en realidad tengo dudas sobre todo el relato, como siempre, es mi cruz.
Ya tengo ganas del siguiente proyecto :)
Gracias Angy por el regalo.
Besos a todas.

marisan dijo...

Bueno, a mí la intención de matara a palos a su compañero de trabajo me ha quedado meridianamente clara, jajajajaja, todo sea por seguir siendo el único depositario del secreto... Visto así, lo que me extraña es que no haya más psicópata suelto por ahí...

Estupendamente escrito, una maravilla de relato corto.

Unknown dijo...

bueniiisimo el relato...que normal es Pedro y las cosas que le pasan...
Me ha gustado mucho! Escribes realmente bien.
Un besito