Vuelvo a retomar mi participación en el grupo Adictos a la escritura y lo hago con una curiosa propuesta. Esta vez la temática es el Gore (aunque en principio este término solo se utiliza en el ámbito cinematográfico, creo que os podéis hacer a la idea de lo que vais a encontrar en este relato), así que desde este momento ADVIERTO a todas las personas que no gustan de este tema, no lean el relato que presento a continuación, ya que podría herir su sensibilidad. De todos modos, ciertamente no sé si he logrado el objetivo, porque nunca antes había intentado escribir una historia de estas características. Ya me contaréis si os parece o no Gore :)
Soy todo tuyo.
La hermosa
joven se hallaba sentada en la silla, muy erguida y aferrada al bolso que tenía
sobre el regazo. Sus sollozos eran entrecortados y agudos, y se sonaba
discretamente la nariz con un pañuelo de papel que extraía de su envoltorio
para cada ocasión y que luego, una vez usado, dejaba caer descuidadamente al suelo
del pequeño y abigarrado despacho.
El Capitán de
policía, arrellanado en su sillón giratorio al otro lado del escritorio, la
miró sin ocultar su desdén. Después dirigió su atención hacia la caja hexagonal
y de gran tamaño, decorada con coquetos corazones púrpura y un gran lazo dorado,
que el Inspector había depositado sobre el escritorio tras entrar en el
despacho acompañado de la mujer. Mascullando vagas protestas, cogió el DVD que
había sobre la caja y lo examinó sin mucho interés. El Inspector, que
permanecía a su diestra visiblemente inquieto, se inclinó un poco hacia él para
poder hablarle cerca del oído.
—Dice que
tenemos que ver el DVD para entender bien la situación.
—¿Qué
situación? —le espetó el Capitán con un ronco bufido; sus treinta años como policía
le habían extirpado la paciencia y la buenas maneras—. ¿Tú te has enterado de
algo? Desde que se ha sentado solo gimotea; lo único que se le entiende es que
alguien ha cometido «un crimen imperdonable».
—¡Imperdonable!
¡Imperdonable! —ratificó la joven, dejando caer el pañuelo que estrujaba entre
los dedos—. Véalo usted mismo —le animó, al tiempo que sacaba un nuevo pañuelo con
el que, emitiendo un ridículo trompeteo, se sonó la nariz.
El Capitán le
tendió al Inspector el disco, sacudiéndolo irritado en el aire.
—Ponlo, por
Dios, ponlo.
El joven
policía encendió la pantalla situada en una pequeña mesa auxiliar con ruedas, y
tras introducir el DVD en el reproductor, la giró hacía el escritorio para que tanto
la mujer como el Capitán pudieran ver las imágenes. Tras unos iniciales
segundos de ruido blanco, apareció en la pantalla un hombre corpulento con el
torso desnudo y sentado en una silla, a cuyo respaldar se hallaba atado, por
una correa que le ceñía la cintura. Miraba a la cámara y le sonreía
beatíficamente.
—Mi amor —comenzó,
la expresión de su rostro era tensa y sudorosa, y sus dilatadas pupilas desprendían
un brillo febril—. Hoy es un día muy especial para ambos. —Hizo un gesto hacia
la cámara y pocos segundos después, una mujer cuyo rostro no entraba en el
plano y que vestía un colorido mandil con grandes bolsillos, se situó a su
espalda, apoyándole cariñosamente las manos en los hombros—. Te prometí que
sería tuyo en cuerpo y alma y tú no me creíste. «Los hombres hacéis muchas
promesas que nunca cumplís», fue tu respuesta. Hoy, con ayuda de mi mamá —Rozó
el dorso de la huesuda mano posada en su hombro derecho—. Voy a cumplir mi
promesa.
La mujer sacó de
uno de los bolsillos del mandil una tijera pequeña de podar que entregó al
hombre. Sin que llegara a verse su rostro, salió del plano y regresó portando
una bandeja argéntea que situó bajo la mano alzada de su hijo.
—Mis dedos, que
te acariciaron el cuerpo. —Con un certero gesto, cortó el pulgar de su mano
izquierda, que cayó de golpe en la bandeja, acompañado de un violento chorro de
sangre. Se le crispó la sonrisa y su cuerpo sufrió un fuerte estremecimiento,
pero no emitió ni un lamento y su pulso era firme cuando cercenó el índice—.
Ahora son tuyos.
—¡Que loco
hijo de puta! —gritó el Capitán saltando de su silla—. ¡Para esa mierda!
—ordenó al Inspector.
—¡No! ¡No! —intervino
la joven—. Tienen que verlo hasta el final. Hasta el final.
—¡Por Dios
bendito! —el Capitán miró estupefacto al Inspector, el cual, pálido como el
papel, se cubría la boca con la mano tratando de contener una arcada, y luego a
la joven—. Pero, ¿hay más?
El chasquido
de las tijeras les hizo mirar a los tres. A medida que los dedos eran
amputados, un surtidor de hermosa savia carmesí borbotaba de cada corte, e
igual que una exótica cascada, se precipitaba sobre la bandeja y de esta al
suelo, salpicando los pies del hombre y sus pantalones. Cuando no quedó ningún
apéndice en la mano, dejó el brazo pender laxo a su costado y devolvió, tembloroso,
las humedecidas tijeras a su madre. Esta se marchó llevando consigo la goteante
bandeja y su contenido, para regresar con una cajita y algo semejante a una
cuchara con el borde dentado.
—Mis ojos, que
te contemplaron —recitó con voz trémula el hombre.
Su rostro, bañado
por una película pegajosa de sudor, se había vuelto ceniciento, tenía la boca
desencajada y los ojos desmesuradamente abiertos. Agarró el instrumento que le
tendía la mujer y sin reparos, lo introdujo por debajo del párpado derecho. A
medida que hacía palanca, el globo ocular surgía de la cuenca como una pompa de
jabón. Le rechinaron los dientes y un quebrado lamento se le escapó del pecho,
pero no se detuvo hasta que la bulbosa esfera se precipitó fuera de su orbita y
quedó oscilando en el aire, suspendida del nervio óptico. Su madre tuvo que
darle un fuerte tirón para poder desprenderlo e introducirlo en la cajita. La
extracción del ojo izquierdo no fue tan eficiente. Las fuerzas comenzaban a
abandonarle, le temblaba la mano, su respiración era irregular y sibilante y no
conseguía mantener completamente erguido el cuerpo. Se rasgó varias veces el
globo antes de conseguir extirparlo.
—Ahora son
tuyos —balbuceó, la boca llena de la sangre que le corría por el rostro
manchándole las mejillas y le salpicaba el velludo torso, las huecas cuencas, similares
a dos profundos e irregulares pozos horadados en su cráneo, vueltas hacia la
cámara—. Mis palabras, mis pensamientos, mi corazón, a partir de ahora serán
para siempre tuyos.
Tanteó en el
aire buscando asir algo, hasta que su madre, que se había retirado, reapareció
con otra caja aplanada y le puso entre los dedos un bisturí. Abrió la boca y
sacó la lengua y mientras la mujer tiraba de ella por la punta, él propinó a la
tierna y fibrosa carne, un corte sorprendentemente certero para su inestable
pulso, que seccionó el órgano. Su cuerpo se convulsionó bruscamente; se habría
caído de la silla de no haber estado atada a ella por la correa. Soltó el
bisturí y en un acto reflejo se cubrió la cerrada boca con la mano, y la
sangre, densa y torrencial, manó de entre sus labios y dedos acompañada de un
gutural aullido.
Su madre, tras
guardar en la caja el trozo de lengua, le echó con ternura la cabeza hacía
atrás. Volvió a desaparecer y a su regreso, trajo consigo una caja hexagonal
decorada con corazones, y una sierra corta de cirujano. Dejó la caja en el
suelo, junto a la silla, y tras sujetar la cabeza de su hijo por los cabellos,
comenzó, con pulcros ademanes, a serrarle el cuello. El ronco roer de la sierra
y los agónicos gritos, se mezclarón con el sonido de las arcadas del Inspector,
que ante la eficiencia con la que la cabeza estaba siendo separada del tronco,
no pudo contenerse y vomitó en la papelera.
Cuando la
mujer concluyó, los brazos y piernas del hombre aún se convulsionaban. Una vez
hubo depositado la cabeza en la caja, se sentó sobre los exánimes muslos de su
hijo y de espaldas a la cámara, comenzó a seccionar su torso de arriba abajo, trabajosamente;
el sonido de la carne y los huesos aserrados no dejaba dudas sobre lo que
estaba haciendo. Cuando se giró hacia la cámara, aún su rostro fuera de plano, sostenía
en la mano un chorreante trozo de carne lustrosa, maciza y trémula.
—Él te lo ha
entregado todo —se escuchó decir a la mujer—. Pero el corazón de un hijo,
siempre estará con su madre.
—¿Lo ven? ¿Lo
ven? —chilló la joven dirigiéndose al Capitán y al Inspector, los dos demasiado
aturdidos y horrorizados como para prestarle atención—. La muy zorra se ha
quedado con el corazón. Y era para mí. Él ha dejado muy clarito que era para
mí. ¿Es o no es un crimen imperdonable lo que me ha hecho mi suegra?
Fin.
22 comentarios:
Que bueno!!, anda que la perra de la tía lo único que le preocupa es con lo que se quedó la suegra, joder para ella. Magnífico guapetona.
Oooooh!!! Inquietante, y me encantó el punto final de "humor" macabro. Está genial, escrito y...escalofriante, creo que voy a tener pesadillas después de esto (es un halago, supongo xD)
Que final louco. A mãe é mais louca ainda e o filho nem se fala.A carnificina foi genial, e o final me surpreendeu.Acho que são 3 loucos no fim de tudo.
Que final louco. A mãe é mais louca ainda e o filho nem se fala.A carnificina foi genial, e o final me surpreendeu.Acho que são 3 loucos no fim de tudo.
Jo, he flipado lo que no está escrito, con la nuera de las narices.
Buen relato.
Besos.
Al leer tu relato sólo pude pensar: Guacala! Excelente escrito!
Alucinante, vamos que ni en sueños hubiese imaginado el final. Me ha gustado mucho. Enhorabuena
Me encantó, jajaja, muy buen final...
Ufff... El incluir a la madre en la historia lo hace aún más siniestro, y el final sorprendente... Muy buen relato!
Muy bueno! Impresionante, escalofriante y muy bien escrito Nut. Humor negro hasta el final! No conocia este genero y no te imaginaba haciendo algo asì. Es impresionante tu trabajo. Un beso
¡Hola! ¡Felicidades! ¡Que relato tan escalofriante has creado, cumple con todo lo gore y deja temblando de miedo, de desesperanza, vaya gente loca, jaja ¡Un abrazo!
Un buen relato, bien construido, mucha sangre y violencia explícita. Solo te pongo un pero: no me ha resultado demasiado creíble.
Saludos
ibso
Oh dios, cuanto me alegro de no haber estado alli viendo el video. Buen relato, Nut, me has dejado temblando y con pesadillas. Me ha sorprendido el final, que bello par hacen la nuera y la suegra.
Da tristeza pensar que, metafóricamente, eso sea lo que espera una mujer de su marido y más triste es que algunas madres, siempre estén compitiendo por les siga perteneciendo el corazón de sus hijos.
Buena y terrorífica historia: Doña Ku
Hola, Nut!!
Qué bueno que pudieras participar, siempre es un gusto leerte :-)
Te diré que los ojos me dan mucha impresión, así que para mí todo el gore y lo asqueroso lo podemos centrar sólo en esa parte y tenemos para rato. Pero el humor negro al final, me encantó!
Te felicito, es un relato excelente, y muy bien llevado. Mi único comentario "negativo" se enfoca en los demasiados adjetivos en algunas frases. Hace que las frases sean más largas y pueden llegar a resultar confusas o agobiantes.
En fin, espero que sifas participando.
Besos!!
Gracias a todos y todas por los comentarios y por leer la historia :)
Maga, tienes razón, el abuso de los adjetivos es uno de mis muchos fallos. Debo de estar más atenta para no excederme. Muchas gracias :)
Madre mía Nut!!! Enhorabuena!!! me he quedado... buffffff. Mientras leía no podía evitar cubrirme la boca con las manos y casi querer cerrar los ojos!! Lo visualizaba perfectamente!!!
De nuevo mi enhorabuena.
He llegado hasta ti a través de Adictos a la Escritura y... me quedo!!
Un abrazo
WOW
¡No se quien esta mas loco en tu relato!
La madre, él enamorado ó la novia....
Debo reconocer que lo que mas me inmuto fue el que se sacara los ojos, no se porque lo demás no me pareció tan feo.
Excelente relato.
Saludos
¡Pero es que era su madre! Ese es un caso para... ¿la señorita Laura? Hay otra pero no sé como se llama XD
Una historia gore. Un excelente final.
Me ha gustado mucho. El final es estupendo. Un pero, hexagonal es con h, rectifìcalo. Soy jacstite. Un saludo y enhorabuena.
Hola, hola.
Disculpa por pasarme hasta este momento, pero bueno, aquí va...
Tu relato, ¡oh, tu relato! Me pareció bastante enfermo... pero en el buen sentido de la palabra, en este caso Gore XD
Y como Maga, creo que hay que tener cuidado con la dosificación de adjetivos, aunque debo reconocer que tu descripción es jodidamente certera (perdón por la palabra :P).
Ya por último te recomiendo que revises la ortografía, como acentuar desdén y colocar "exagonal" con "h".
Felicitaciones, lograste un gran final, en totalidad un relato que no deja indiferente a nadie.
Saludos y hasta el siguiente ejercicio ^^
De nuevo gracias por los comentarios :)
Athena, José Antonio, gracias por indicarme lo desdeén y hexagonal, es verdad que sin h también está recogida en el diccionario, pero se considera más adecuado con h.
Gracias. Saludos :)
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